LAS 10 MEJORES FABULAS DE ESOPO



Una tortuga y una liebre discutían sobre quién era más rápida. Así, fijaron una fecha y un lugar y se separaron. La liebre, por su natural rapidez, descuidó el ponerse a la carrera, se tiró al borde del camino y se durmió. Pero la tortuga, consciente de su propia lentitud, no cesó de correr, y de este modo tomó la delantera a la liebre dormida y se llevó el premio del triunfo.

La fábula muestra que muchas veces el esfuerzo vence a la naturaleza descuidada.





En el invierno una hormiga sacaba a airear de su hormiguero el grano que había amontonado durante el verano. Una cigarra hambrienta le suplicaba que le diese algo de comida para seguir viviendo. «¿Qué hacías tú el verano pasado?», preguntó la hormiga. «No estuve haraganeando —dijo la cigarra—, sino ocupada todo el tiempo en cantar.» Riéndose la hormiga y guardando el grano dijo: «Pues baila en invierno ya que en verano tocaste la flauta.



Mientras dormía un león, un ratón se puso a corretear por encima de su cuerpo. El león se despertó y estaba ya a punto de devorar al ratón. Éste pidió que le soltara, diciendo que si le salvaba, se lo agradecería. El león sonriendo le dejó escapar. Pero poco después sucedió que el león se salvó gracias al ratón. Pues unos cazadores que lo habían apresado le ataron con una cuerda a un árbol, el ratón, al oír sus lamentos, acudió, royó la cuerda y cuando lo libró dijo: «Tú antes te reíste de mí porque no esperabas que yo te devolviera el favor; pero ahora sabes ya bien que entre los ratones hay agradecimiento.»




Un lobo que vio a un cordero en un río quiso comérselo con un pretexto verosímil. Por eso, aunque estaba río arriba, le acusó de revolver el agua y no dejarle beber. El cordero contestó que estaba bebiendo con la punta de los labios y que, además, era imposible que él, que estaba más abajo, agitara el agua río arriba. El lobo, como fracasó con su acusación, dijo: «Pero el año pasado tú insultaste a mi padre.» El cordero replicó que hace un año aún no había nacido. El lobo entonces le dijo: «Pues aunque te salgan bien tus justificaciones no voy a dejar de comerte.»

La fábula muestra que para los que tienen el propósito de hacer daño no vale ningún argumento justo.


Un cuervo que había robado un trozo de carne, se posó en un árbol. Y una zorra, que lo vio, quiso adueñarse de la carne, se detuvo y empezó a exaltar sus proporciones y belleza, le dijo además que le sobraban méritos para ser el rey de las aves y, sin duda, podría serlo si tuviera voz. Pero al querer demostrar a la zorra que tenía voz, dejó caer la carne y se puso a dar grandes graznidos. Aquélla se lanzó y después que arrebató la carne, dijo: «Cuervo, si también tuvieras juicio, nada te faltaría para ser el rey de las aves.»


Había una vez un joven pastor que todos los días llevaba a su rebaño a pastar. Como se aburría muchísimo, decidió gastar una broma a los campesinos del lugar.

—¡Que viene el lobo! ¡Auxilio! ¡Mis ovejas!

Los campesinos corrieron a ayudarle, pero no vieron ni rastro del lobo. El joven pastor rio a carcajadas, mientras los campesinos se alejaban muy enfadados. Una semana después, el pastor volvió a gastarles la misma broma. 

Hasta que un día, el pastor vio acercarse a un lobo. Aterrorizado, gritó pidiendo auxilio. Pero esta vez, los campesinos no le creyeron y el pastor se quedó sin su rebaño


                                            

Érase una vez un hombre muy rico que vendió todo lo que tenía a cambio de varios lingotes de oro. Y para que nadie le robara, enterró el oro en un bosque. Todos los días acudía al lugar para comprobar que su oro seguía allí, sin saber que un ladrón lo vigilaba escondido.

Una noche, el ladrón desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el rico descubrió el robo, dio tal grito que un vecino se acercó a ver qué pasaba. El hombre rico lloraba, desesperado. Entonces el vecino tomó unas piedras, las enterró en el mismo lugar y dijo:

—Aquí tiene su tesoro. Sabe que nunca habría gastado sus lingotes. ¿Qué más le da, entonces, que sean piedras? Así por lo menos dejará de sufrir.


                                

Esto era un lobo muy hambriento que vio un rebaño de ovejas. Un día encontró una piel de oveja en el bosque y tuvo una idea para despistar al pasto
Me disfrazaré con esta piel de oveja. Así las ovejas y el pastor creerán que soy una oveja más.

Y su plan funcionó. Al atardecer, el lobo fue llevado al establo con el resto de las ovejas. El lobo se relamió, pensando en el gran banquete que se daría por la noche. Pero, cuando anocheció, el pastor entró en el establo buscando carne para cenar. Y, creyendo que el lobo era una oveja, lo tomó y se lo llevó.


Una hormiga bebía agua en un río, con tan mala suerte que cayó al agua. Pasaba por ahí una paloma que, al oír sus gritos de auxilio, corrió a salvar a la pequeña hormiga.

—Gracias, amiga paloma —dijo la hormiga muy agradecida—. Si algún día estás en peligro, yo te ayudaré.

Varias semanas después, un cazador vio a la paloma sobre una rama. Estaba a punto de disparar su escopeta cuando, de pronto, la hormiga se metió por debajo del pantalón y le mordió la pierna. Y así pudo la paloma escapar, sana y salva.





Érase una vez un campesino pobre que encontró una gallina muy especial: cada día ponía un huevo de oro. Desde ese día, su suerte cambió y se convirtió en el hombre más rico de la región.

Pero llegó el día en que el campesino quiso más huevos de oro al día. Y tuvo una idea.

—Si la gallina pone huevos de oro, será porque los tiene dentro… ¿Y si saco todos de golpe?

Así fue como el campesino avaricioso mató a la gallina y, con ella, su fuente de riqueza. Desde ese día se tuvo que conformar con huevos de yema.





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